…sentíamos también el olor penetrante del mar, más penetrante que por el día, el vaho de sal mezclada con algas, con peces vivos y muertos, con las barcas y las lejanías, vaho que llegaba de tantos sitios a la vez que daba la impresión de que el mar nos rodeaba, de que no estábamos ante él, sino sobre él, en él, a la deriva. Abilio Estévez, Inventario secreto de La Habana
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